lunes, 14 de marzo de 2011

TENÍA QUE LLEGAR ALLÍ...

        Llegué a Melitón Carvajal el año 1991, en los primeros días de abril.  Recuerdo que al entrar al colegio me sentí como deslumbrado y asustado por lo enorme que era (yo venía de trabajar en un colegio que perfectamente cabía en el patio central de Melitón).  Me asignaron 12 aulas de segundo (las últimas), en la que habían alumnos mayores (recuerdo que eran más de 24 aulas y en las últimas ponían a los mayores y repitentes).  Yo desconocía la realidad del colegio y como cualquier nuevo o recién bajado (ja, ja, ja...) me dediqué a dar mis "clases", las mismas que eran muy doctrinales, pero desfasadas de la realidad de aquellos muchachos (ahora lo veo así).  
        Lo cierto es que poco a poco me fui enterando de lo que pasaba allí, del problema de las pandillas escolares,  de las lacras que eso traía como son las peras (especie de fiestas en las que se da el libertinaje sexual), el consumo de alcohol y droga y las broncas con colegios "rivales".
        Al comienzo viví al margen de esta "realidad" y, como dije antes, era el clásico profesor de religión apegado a lo doctrinal.  Tuvo que darse en mí una "conversión" a la realidad que vivían muchos de mis alumnos, y eso me costó, y creo que de alguna manera al presente me sigue costando.  Digo que me costó y habían de por medio muchas razones, entre ellas mi edad ya que apenas tenía 23 años y conocía muy poco de la vida, también mi poca experiencia como docente, por otro lado mi búsqueda de comodidad ya que en el fondo lo único que me interesaba era ganar dinero para cubrir mis necesidades de tener cosas, cosas y más cosas.
        No recuerdo el momento, la hora, el día, la semana, ni lo que pasó en sí para que se diera esa conversión, pero lo cierto es que mis ojos se volvieron hacia esas realidades tan duras y tremendas que vivían mis alumnos.  Fue a partir de 1992 que empecé a trabajar pastoralmente con alumnos involucrados en las pandillas, pero no fue directamente ya que la pastoral era más sacramental y los alumnos se preparaban para recibir los sacramentos.  Si había un trabajo pastoral con los alumnos inmersos en pandillaje, este era muy superficial o en todo caso muy indirecto, muy informal, muy aislado.  Pero eso sí, empecé a vivir toda clase de experiencias fuertes con mis muchachos: visita a comisarías para atenderlos, recogerlos, animarlos; acompañamiento en los carros que ellos frecuentaban y exposición con ellos a la rotura de lunas por el ataque de otros colegios; la muerte de uno de ellos a manos de alumnos "rivales"; los casos de consumo y venta de droga (marihuana); la atención de alumnos heridos por arma blanca; la agresión de ellos a otros alumnos al romperles las lunas de los carros en los que iban; y podría seguir y seguir...
        Todo lo antes contado de alguna manera me preparó para el actual momento que me toca vivir en la Pastoral Carcelaria.  Por eso TENÍA QUE LLEGAR ALLÍ..., es decir a la prisión; no había de otra manera.  Ya antes había escuchado a uno de mis alumnos decir:  "MELITÓN CARVAJAL ES PRE LURIGANCHO", y cuánto de razón tenía, era como una profecía... para mi, para muchos de ellos a quienes he encontrado (con mucho dolor lo digo) en el penal.  
        TENÍA QUE LLEGAR ALLÍ, y allí estoy como agente pastoral carcelario, peregrinando con el pueblo de Dios que vive en prisión.  La verdad es que reconozco que soy totalmente impotente e inútil para estas dos pastorales (con pandilleros y encarcelados), pero por alguna razón misteriosa Jesús permite que este aquí.  Solo le pido que me permita hacer el máximo bien posible, que purifique mis intenciones, que repare mis desaciertos y errores, que tome posesión de mi ser todo para que ÉL siga caminando en medio de su pueblo prisionero.
        Escribo todo esto embargado por una mezcla de sentimientos, entre ellos una profunda tristeza por las vidas que muchos de mis hermanos internos han vivido de niños, también una profunda angustia por el futuro incierto de ellos y las decisiones que tomarán y que les llevarán de nuevo al penal, si son equivocadas.  En fin, todo lo pongo en manos de Jesús y me abandono a él y le pido me de luces y bendiga para que no le falle y no les falle a ellos, mis hermanos internos.

Esta foto corresponde a mis alumnos en una caminata Mariana, pero muchos de ellos son los mismos que participaban en las broncas con otros colegios.  Dios los haya enrumbado.

1 comentario:

  1. Querido profesor, yo soy uno de aquellos alumnos suyos del colegio "Melitón Carvajal". Gracias a Dios no caí en las redes del pandillaje y toda esa porquería que rondaba por los colegios nacionales por esos tiempos, pero si conviví con ello. El trabajo que realiza es una cachetada a todos aquellos que, como yo en primer lugar, decimos estar en contra de las injusticias, pero no hacemos nada por remediarlo desde nuestra realidad personal. Gracias por ese testimonio. Dios lo bendiga.

    ResponderEliminar