¿Quién soy? – Me preguntan a menudo –,
Que salgo de mi celda,
Sereno, risueño y firme,
Como un noble en su palacio.
¿Quién soy? – Me preguntan a menudo –,
Que hablo con los carceleros,
Libre, amistosa y francamente,
Como si mandase yo.
¿Quién soy? – Me preguntan también –
Que soporto los días de infortunio
Con indiferencia, sonrisa y orgullo,
Como alguien acostumbrado a vencer.
¿Soy realmente lo que otros afirman de mí?
¿O bien solo soy lo que yo mismo se de mí?
Intranquilo, ansioso, enfermo, cual pajarillo enjaulado,
Pugnando por poder respirar, como si alguien
Me oprimiese la garganta,
Hambriento de olores, de flores, de cantos de aves,
Sediento de buenas palabras y de proximidad humana,
Temblando de cólera ante la arbitrariedad y el menor agravio,
Agitado por la espera de grandes cosas,
Impotente y temeroso por los amigos en la infinita lejanía,
Cansado y vacío para orar, pensar y crear,
Agotado y dispuesto a despedirme de todo.
¿Quién soy? ¿Éste o aquel?
¿Seré hoy éste, mañana otro?
¿Seré los dos a la vez? Ante los hombres, un hipócrita,
Y ante mí mismo, un despreciable y quejumbroso débil?
¿O bien, lo que aún queda en mi se asemeja al ejército batido
Que se retira desordenado ante la victoria que creía segura?
¿Quién soy? Las preguntas solitarias se burlan de mí.
Sea quien sea, tú me conoces, tuyo soy, ¡Oh, Dios!
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